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Foto del escritorLeonid Berbesi

La respiración y el cerebro.


El ser humano promedio realiza 25.000 respiraciones al día (Gross, 2020). La respiración se produce de forma inconsciente o consciente, según el nivel de atención que se le preste a la respiración. La mayoría de las veces, la respiración no es un esfuerzo consciente. El cuerpo inhala y exhala aire de forma natural. Pero, ¿cómo regula el cuerpo esta actividad?


Todo se reduce a una sofisticada maquinaria en los vasos sanguíneos y un pequeño centro respiratorio en el tronco encefálico. El cuerpo detecta los niveles de oxígeno, dióxido de carbono y pH mediante sensores especializados en las arterias carótidas del cuello y el arco aórtico del corazón, llamados quimiorreceptores (Prabhakar, 2000) (Figura 6.4).


Cuando los niveles de dióxido de carbono en la sangre aumentan demasiado, los quimiorreceptores envía señales a una parte del tronco encefálico llamada bulbo raquídeo de que el cuerpo necesita más oxígeno. El bulbo raquídeo ordena a los músculos respiratorios, los músculos que envuelven la caja torácica y el diafragma, que se contraigan y se relajen para llevar aire fresco a los pulmones. Estos músculos permiten la inhalación (una inspiración) así como la exhalación (una espiración). El bulbo raquídeo también mantiene el ritmo respiratorio para respirar a un ritmo regular (Ikeda et al., 2016). Si el cuerpo no recibe suficiente oxígeno, los quimiorreceptores enviarán señales al bulbo raquídeo para indicar a los pulmones que respiren con más frecuencia.


Cuando los niveles de oxígeno son bajos en el cuerpo, el bulbo raquídeo también puede enviar señales al corazón, ordenándole que bombee más rápido para que circule sangre oxigenada. La comunicación entre el bulbo raquídeo, los pulmones y el corazón se realiza principalmente a través del nervio vago, el nervio principal del sistema nervioso parasimpático.


Los científicos creen que la respiración puede estimular el nervio vago a través de la estimulación del nervio vago respiratorio (Gerritsen y Band, 2018). El sistema nervioso autónomo depende del equilibrio entre el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. Mientras que el sistema nervioso simpático puede aumentar la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la frecuencia respiratoria, el sistema nervioso parasimpático puede reducir estos factores y aumentar la digestión. En concreto, el nervio vago puede suprimirse durante la inhalación y activarse durante la exhalación y la ralentización de la frecuencia respiratoria (Chang et al., 2015; Gerritsen y Band, 2018). Así, la respiración profunda, lenta y controlada llena el cuerpo de oxígeno y envía señales al cerebro de que es hora de relajarse.


La figura muestra la arteria carótida contiene quimiorreceptores que pueden detectar los niveles de oxigenación de la sangre. Cada lado del cuello contiene una arteria carótida que lleva sangre al cuello y a la cabeza. Si coloca dos dedos en el costado del cuello, puede sentir el pulso de la sangre que proviene del corazón y viaja a través de las arterias carótidas.


Principales conclusiones

  • Los quimiorreceptores de las arterias carótidas envían señales al bulbo raquídeo del tronco encefálico sobre los niveles de oxigenación de la sangre. Si el cuerpo no recibe suficiente oxígeno, el bulbo raquídeo enviará señales a los pulmones para que respiren con más frecuencia.

  • La comunicación entre el bulbo raquídeo, los pulmones y el corazón se realiza principalmente a través del nervio vago, el nervio principal del sistema nervioso parasimpático.

  • La respiración profunda, lenta y controlada llena el cuerpo de oxígeno y promueve la relajación.

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